lunes, 22 de marzo de 2010

Documento de Santo Domingo

Las conclusiones de Santo Domingo, escritas y aprobadas por los Obispos del Continente, son en realidad de verdad, un documento del Magisterio Episcopal.

Bajo esta óptica tenemos que leer a Santo Domingo: A la luz de la Fe, con mentalidad pastoral, como aplicación práctica del Magisterio del Papa. No hay solución de continuidad en la acción evangelizadora de la Iglesia de América Latina. Al contrario, hay una perfecta unidad y coherencia.

Santo Domingo en efecto, retoma lo mejor de Medellín, lo mejor de Puebla, y presenta una nueva visión del Vaticano II, una nueva actitud en el campo sociopolítico, una nueva conciencia frente a los cambios culturales, una nueva reflexión a partir de sus líneas prioritarias pastorales, unas nuevas respuestas a partir de la exigencias de la misión de hoy.

Es interesante observar la unidad de las Conclusiones. Los temas, tanto los de la promoción humana, como los de la cultura cristiana, o los de la Nueva Evangelización, llevan siempre estos tres momentos: Una breve iluminación teológica, unos claros desafíos y unas muy actualizadas líneas pastorales.

¿Cuál fue el telón de fondo de Santo Domingo?

Pienso que las Conclusiones de Santo Domingo no sólo fueron la explicitación del tema propuesto por el Papa Juan Pablo II, sino que constituyeron la más fresca relectura en aquel entonces del reciente Magisterio Pontificio.

Una praxis loable ha sido la de que la Iglesia de América Latina ofrezca periódicamente una amplia resonancia oficial de los últimos pronunciamientos del Magisterio Petrino.

Río de Janeiro (1955) fue una actualización del primer Concilio Plenario Latinoamericano reunido en Roma en 1899.
Medellín (1968) significó una lectura completa y audaz del Concilio Vaticano II que acababa de celebrarse tres años antes.
Puebla (1979) constituyó una luminosa aplicación de la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI en 1975.

¿Se cumplieron los objetivos de Santo Domingo?

Tres fueron los objetivos propuestos:

El primero: Celebrar a Jesucristo es decir, la Fe y el mensaje del Señor crucificado y resucitado, difundido por todo el Continente y centro de la vida y de la misión de la Iglesia, para que el nombre del mismo Jesucristo quede en los labios y en el corazón de todos los latinoamericanos.

El segundo: Proseguir y profundizar, según las ineludibles exigencias pastorales del momento presente, las orientaciones de Medellín y Puebla, con miras a una renovada evangelización del Continente que penetre profundamente en el corazón de las personas y las culturas de los pueblos, y sea el espíritu que anime permanentemente la promoción humana.

El tercero: Estudiar y planear la misión evangelizadora de la Iglesia en el Continente latinoamericano, de modo que con la rica experiencia del pasado y teniendo presente los cambios profundos que se registran en nuestro tiempo, pueda afrontar con ardor, esperanza y docilidad al Espíritu el reto del futuro.

¿En que medida entonces se cumplieron en Santo Domingo los precedentes objetivos?

El primer objetivo: La IV Conferencia fue sin lugar a dudas una auténtica celebración de Jesucristo. No en vano el Papa había señalado como su slogan o hilo conductor de la temática, el texto de la Carta a los Hebreos Jesucristo, Ayer, Hoy y Siempre (Hb 13, 8).

El mismo Pontífice lo proclamó en su Discurso Inaugural: “En este encuentro eclesial sentimos muy viva la presencia de Jesucristo Señor de la Historia” (DI 1).

Las tres grandes partes de las Conclusiones explicitan de modo particular la Fe en Jesucristo:

Jesucristo, Evangelio del Padre.
Jesucristo, Evangelizador viviente en su Iglesia.
Jesucristo, Vida y esperanza de América Latina y el Caribe

Los numerales 1 al 15 de la primera parte son precisamente una hermosa profesión de fe en Jesucristo. De un Jesucristo sin reduccionismos.

Todo el Documento, tanto en su reflexión teológica, como en sus líneas pastorales, está permeado por la persona de Jesucristo.

Y los Obispos concluyen: “Revisando nuestro camino, proclamamos con nuevo ardor nuestra fe en Jesucristo, Hijo de Dios vivo, única razón de nuestra vida y fuente de nuestra misión. El es el camino, la verdad y la vida. El nos da la vida que deseamos comunicar plenamente a nuestros pueblos para que tengan todos un espíritu de solidaridad, reconciliación y esperanza” (SD 288).

El segundo objetivo: El temor de que Santo Domingo hiciera caso omiso de las opciones de Medellín y Puebla o significara un retroceso respecto de las Asambleas anteriores, quedó ampliamente descartado.

La preocupación de que al contrario, las opciones de Medellín y Puebla fuesen fortalecidas en la IV Conferencia, se convirtió en una constante en la etapa de preparación. Pero las deliberaciones de la Asamblea y sus propias Conclusiones no dejaron la menor duda de este anhelado fortalecimiento, por cuanto los pastores en su mayoría fueron conscientes de que tanto la Segunda como la Tercera Conferencia eran y son conquistas pastorales de la Iglesia de América Latina, las cuales siguen teniendo plena vigencia y actualidad.

El tercer objetivo: Pienso que Santo Domingo también ofrece en sus Conclusiones los elementos fundamentales para iniciar la planeación de la misión evangelizadora de la Iglesia del Continente, de cara al futuro. “Ecclesia en America” va a llegar más tarde a darle el espaldarazo definitivo.

Si alguna Institución cultiva la memoria histórica para deducir las enseñanzas del pasado, esa es la Iglesia.

Si alguna Institución camina hacia el futuro, y esto por su naturaleza escatológica, esa es la Iglesia.

Con su experiencia de luces y sombras en la primera evangelización, y como experta en humanidades, ella es consciente de los cambios profundos que trae consigo la nueva cultura.

Creo que caemos en una trampa si nos quedamos comparando a Santo Domingo con Medellín o Puebla. Ellos, sobre todo el primero, se llevaron el premio de la novedad. Pero los tres tienen su propia identidad y originalidad. La historia camina y la Iglesia crece.

Para concluir, se puede afirmar que Santo Domingo, a pesar de sus normales tensiones, pero con una visible presencia del Espíritu, cumplió con creces los objetivos señalados y produjo unas Conclusiones que se pueden considerar como una excelente herramienta pastoral para la Nueva Evangelización.

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